Mil espejos se rompieron, al despertar esta mañana, cuando vi mi reflejo atrapado en una realidad malsana.
No era ese mi sitio, no era esa mi cama, no era esa la vida que yo deseaba.
Grité, con la fuerza que me quedaba, y se rompieron en mil pedazos los vidrios que me secuestraban.
Rodaron sus cristales, punzantes, hirientes y afilados, y dejé huellas de sangre, mientras huía, con mis pies lacerados.
¡Tantos años encerrada, en ese brillo tan falso!, y ahora veo que, en esos espejos que rompí de un manotazo, mi imagen nunca estaba alegre, solo se reflejaba mi llanto. ¡Qué tonta! ¡Qué ciega! ¡Qué mansa!
Ahora, rodeada de esos brillos rotos, los pulverizo con el brío de mi marcha, dejando atrás una vida que, poco a poco, me anulaba.
No echaré de menos tu cárcel, aprenderé a desplegar mis alas, sobre despertares tranquilos, amores sinceros y una existencia curada.
Mil espejos se rompieron, con mi grito en la madrugada, cuando comprendí que tu amor era insano, ¡y me asfixiaba!
El tiempo borrará las cuitas, y la sangre derramada, trayendo el justo reposo a esta alma, que estaba, ¡ay!, tan cansada.
Mil espejos se rompieron, mil mañanas nuevas me aguardan.
Luisa R. Bueno