Los adioses casi nunca son perfectos. Siempre te dejan un regusto amargo.
Una pequeña ardilla empezó a venir en primavera a la mesa que tenía bajo mi porche. Me miraba desde el otro lado con sus inmensos ojos hasta casi hipnotizarme. Me dio pena verla tan pequeña y sola. Pensé que se había perdido y comencé a ponerle avellanas sobre el mantel.
Poco a poco dejó de tenerme miedo. Cada vez se acercaba más, hasta que un día se subió en mi hombro.
Entonces no descifré bien lo que me hizo sentir, después me di cuenta de que me hizo sentir especial y grande.
A partir de entonces se echaba largas siestas enredada entre mi pelo y me seguía por la casa saltando por los muebles. Muchas noches, cuando comenzó a hacer frío, se dormía acurrucada en un pliegue de mi almohada.
Me hizo feliz un año entero.
La siguiente primavera desapareció de pronto. Fueron los días más largos que recuerdo, los que pasé esperando. Era un ser pequeño, indefenso y dócil. Temí que pudiera pasarle algo sin tenerme a mí para protegerle.
En verano volvió de nuevo. Sobre su espalda llevaba un pequeño bebe agarrado. No bajó a mi regazo, solo vino a enseñarme que el tiempo pasa para todos.
Después de mostrarme a su hijo se paseó un rato por encima del árbol de mi porche. Un poco más tarde se despidió con un gran salto y se perdió entre el bosque.
Le dije adiós sin poder evitar el llanto. Sabía que no volvería a verla, que su camino ahora era otro, que sus deberes nada tenían ya que ver conmigo.
Supe que siempre añoraría su compañía, su ruido, sus saltos. Qué, aunque era muy pequeña, el bien que me había hecho era muy grande.
Aún me acuerdo de ella después de tantos años. Aún recuerdo aquella ardilla bonita que trepaba por mi brazo.
Luisa Ruiz Bueno
¡Cuánta sensibilidad! Me emocionan estas cosas. Porque esos pequeños detalles son los que me hacen feliz. Gracias por brindarnos esta maravilla.
Muchas gracias Cristina!
Qué bien escribes Luisa, me gustan tus escritos porque muestras en la introducción, al ambiente en que va a suceder la historia, las palabras te llevan a otro lugar y te transportan. Admiro mucho que en tan pocas palabras lo relates tan bien y tan bonito. A mí esto me cuesta mucho.
Fátima te agradezco mucho tus palabras.
Me encanta…. con lo sensible que estoy con el síndrome del nido vacío me ha llegado al alma.
Enhorabuena, a mi cada día me gusta más leerte
Muchas gracias Elena
Hay muchas cormas xe amar y tú nos has dado buenas pistas de ello. Hacía tiempo que un relato no me conmovía de este modo. ¡Qué alegría haber descubierto tu rincón!
Un abrazo.
Muchas gracias. Un besazo Rebeca.